martes, 11 de enero de 2011

LA TRAMPA DEL MAL

Un día cualquiera, cinco personas que no se conocen de nada quedan atrapadas en un ascensor de un gran edificio. Muy pronto comienzan a suceder cosas extrañas, de las que los vigilantes son espectadores, y poco a poco, se dan cuenta de que uno de ellos no es quien dice ser, sino el mismísimo Satanás.

Ejercicio de cine menor y minimalista, partiendo del universo particular de Shyamalan, como ya hizo en menor medida en “El bosque” y explotó en “La joven del agua”, está vez, eso sí, bajo dirección de John Erick Dowdle (director de “Quarantine”). Aquí se vale de un cuento popular sobre el diablo para labrar una película que tal vez hubiera sido más correcta y apropiada como mediometraje. Esta historia nos encierra a unos pocos personajes en un ascensor, acompañados de otros pocos (seguridad, policía) que están tratando de averiguar desde fuera lo que está pasando. Aquí el retrato de los personajes y su personalidad es lo de menos, solo se adecúan a prototipos que ayuden a que el conflicto avance y sospechen unos de otros. Con estos simples elementos, el ingenio y el juego visual y sonoro que requiere este tipo de trabajos, nos dispone un producto válido que sí consigue inquietar en muchos momentos, y que aunque sabemos cómo se va a desarrollar, el uso de herramientas para crear pánico y terror es más que eficiente.

El trabajo de los actores entra dentro de lo normal dentro de estas producciones, sin alardes, correcto y adecuado, aunque como hemos dicho, tampoco se les pide mucho más. Aquí lo importante son las herramientas que se usan para provocar esa sensación de miedo. Es de agradecer que no se abuse de la sobreactuación, muy típico del cine de terror, y que llamaría mucho más la atención al tener un espacio tan concentrado y un recurso de planos tan limitado. Viendo el tráiler esperaba algo distinto, tal vez más centrado en la manipulación de los sujetos por parte de este sujeto mítico, junto a diálogos más inquietantes, en vez de un ejercicio basado en silencios visuales y manipulaciones sonoras. Con todo esto, aunque previsible, su corta duración y el acierto al usar sus armas, hace de este producto un entretenimiento llevadero y te mantiene sentado en la butaca durante los 80 minutos que dura la representación de este particular diablo de Shyamalan.

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