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domingo, 13 de marzo de 2011

TORRENTE 4: LETHAL CRISIS (CRISIS LETAL)


Cuarta entrega de las aventuras del casposo policía José Luis Torrente. En esta ocasión encontramos a nuestro héroe en una situación delicada. Tras varios intentos fallidos de llevar una vida digna (como si eso fuese posible atrapado en su propia piel), decide aceptar un peligroso encargo que le hace un viejo conocido. Tendrá que afrontar entonces uno de los momentos más críticos de su carrera.

Con un comienzo muy en la tónica del Torrente más desenfadado, casposo y desvergonzado, se pasa poco a poco a una sucesión de cameos ininterrumpida que harán las delicias del espectador más aférrimo muy a cuentagotas, ya que con esta táctica es imposible labrar una trama medianamente estructurada y que el público sea capaz de creérselo. De estos cameos sobresale para mi asombro el de Yon González, en un papel de yonky convicto del que sale muy bien parado; también es un placer contar brevemente con la colaboración del gran Tony Leblanc, en su cuarta aparición en la saga, pero en un papel que aunque contiene un guiño a los seguidores de nuestro policía patrio se le saca muy poco partido (puede que sea por el delicado estado de salud actual del actor) y en un personaje que se podía haber aprovechado para algo más pero que se queda en nada. Santiago Segura sí que consigue con esta película hacer un homenaje al espectador más fiel tanto con los muchos guiños cinéfilos o televisivos que se hace en la película, como con los cameos de los míticos “Cañita Brava”, Barragán, Juanito Navarro o Andreu Buenafuente, o a los controvertidos John Cobra o Risto Mejide. Tenemos también más desnudos gratuitos, más magreos turbadores y más suciedad en todos los ámbitos que se nos puedan ocurrir. Es una producción claramente destinada a atraer al mayor número de espectadores de nuestra sociedad, haciéndose la lista de cameos casi interminable. Respecto a la incorporación del 3D al producto, resulta aunque una novedad palpable, insuficiente y poco aprovechada, no hay nada de ese “sobrecogedor 3D” del que nos hablan las promociones. Observando los créditos iniciales de la película (muy bien trabajados por cierto, como en las otras entregas) somos capaces de deducir que la tecnología 3D incluso en un producto como el de “Torrente” puede ofrecer mucho más que lo que nos ha ofrecido aquí, y que se limita a un par de escenas de comida proyectada, campos de profundidad sencillos y algún brazo deambulando que parece que nos golpear. Porque esa es otra, a esta película, le falta acción, habiendo apostado tan incontestablemente por el espectáculo, hay momentos que la trama decae de una forma tan abrupta que una película de este cariz no se puede permitir.

El gran defecto a mi juicio es la elección de Kiko Rivera “Paquirrín” como coprotagonista del film, el actor, aunque con una interpretación natural, intenta llevar más allá un personaje realmente basado en su persona. El que una persona que no tiene formación interpretativa intente forzar la voz haciéndola más suave y andaluza no tiene las de ganar. Esto ocurre con su caso, quedando así un personaje ridículo, insulso e indescriptiblemente idiota, que es buque insignia de la saga Torrente pero que en este caso no tiene la nota particular que podrían tener tanto el Javier Cámara de Torrente 1, el “Cuco” de Torrente 2 o incluso e personaje de José Mota en Torrente 3. A este despropósito se le une un elemento de cierta vergüenza ajena que es la colaboración de Belén Esteban, que pese a ser seña de identidad la naturalidad en su forma de ser, en sus escenas no hay ni un solo movimiento ni una sola frase que no parezca enormemente forzada, pocas veces he visto a una persona (sea cameo o no) en una película a la que se note tanto que está actuando. Por cierto, el título del film no viene a cuento.

jueves, 14 de octubre de 2010

"EL INTERNADO", ÚLTIMO CAPÍTULO

Este miércoles acabó por fin “El Internado”. Una serie que ha introducido en este país un género que cabalga entre la comedia, el drama y el misterio; algo por lo que hasta ahora ninguna productora se había atrevido a apostar por ello. Este último capítulo nos deja un sabor agridulce.

Por una parte demuestra que “El Internado” ha sido una serie con cualidades excelentes, con algunos personajes muy potentes (Fermín e Iván son claros ejemplos, pero también podemos nombrar al desaparecido Jacques Noiret) y con una trama novedosa que podía gustar a todos los miembros de la familia. Por otra parte, este último capítulo también demuestra lo mucho que han alargado las tramas en vistas del éxito que estaba teniendo… si bien los guionistas tenían la capacidad de regalarnos capítulos emocionantes y con un nivel de tensión bien dispuesto como queda reflejado en este último, la pretensión de alargar la serie hizo que soportáramos capítulos insufribles en los que no pasaba nada durante casi las dos últimas temporadas, metiendo tramas de relleno como la de “Curro” y alargando otras hasta el paroxismo como la del reiterado secuestro de la madre de Marcos.

En cuanto al cierre de personajes y de situaciones, al ser una serie familiar parece que han querido regalar un final feliz a casi todos los personajes (Marcos y allegados, Martín y Rebeca, Iván y Julia…) excepto curiosamente el que ha estado a punto de morir en innumerables ocasiones, Fermín, y por extensión su amada María. La muerte de Fermín es el único punto fallido de un final correcto. Si bien la serie acierta al conceder su momento de gloria a Iván con Hugo, a Vicky frente a la muerte de Amaia e incluso recuperar a Roque para hacer de particular “San Pedro”; destroza todo el trabajo realizado al querer dar un golpe de efecto con la muerte del artífice de la salvación de todo el Internado. En una muerte muy poco de acuerdo a su personaje (alguien de su preparación, sabiendo que Garrido está con el enemigo, se habría guardado las espaldas llevando también más tarde a Alicia) y en unas condiciones de traición al espectador que sorprende aún más cuando parecía que lo tenía todo controlado.

martes, 31 de marzo de 2009

MENTIRAS Y GORDAS

En vez de tener el sexo y las drogas como pretexto para contar una historia o para establecer una reflexión, utilizan la historia de unos personajes, a su vez bastante falta de garra y sin algo sólido a lo que agarrarse, para justificar las innumerables escenas de sexo del que ninguno de los actores de la película se libra. Su mayor logro parece haber sido convencer a todas esas jóvenes caras televisivas para hacer una película tan arriesgada y que demanda una exhibición carnal tan elevada. La historia y ambiente que refleja, aunque entendemos que no representan a la globalidad, dan una visión de la juventud actual muy demacrada y catastrofista. Todos parecen envueltos en menor o mayor medida en una espiral de drogas, autoengaño y autodestrucción sin que ninguno ejerza de vía de escape o de salvación posible. A pesar de alardear de solo ser una película en la que se refleja una realidad que ahí está (bastante bien reflejado por cierto el carácter de ciudades como Ibiza y lugares de fiesta que frecuentan los protagonistas), y eso parece bastante evidente ya que prácticamente carece de trama propiamente dicha, en las escenas finales podemos extraer una clara moraleja que establece esta ambigüedad en los objetivos del film. Mencionar que la banda sonora acompaña esta irregularidad, en este caso en cuanto a la forma de utilizarla con éxito. Se usa un tema pop bastante decente que se usa un par de veces pero también recurren a la música clásica con dispar resultado: la primera vez en una escena de Mario Casas en la discoteca en la que está muy bien traída/ajustada y resulta uno de los pocos soplos de aire fresco en la película (junto a la actuación de Alejo Sauras y su partenaire erótico-sexual Miriam Giovanelli) Sin embargo la segunda vez que se dispone este recurso les sale fatal la jugada, la porca pericia al principio de su inclusión en la narración incluso me dio algo de vergüenza ajena. Rescatar también las actuaciones de Ana María Polvorosa y la estética en algunos momentos de las imágenes, bastante potentes. Por lo demás, polémica y olvidable a partes iguales.

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