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viernes, 4 de febrero de 2011

DESDE PARÍS CON AMOR


Charlie Wax (John Travolta), un singular agente secreto estadounidense, debe llevar a cabo una misión de alto riesgo en París relacionada con el terrorismo y el tráfico de cocaína. Pero en su camino en su cruzará con un empleado de la embajada norteamericana, James Reece (Jonathan Rhys Meyers), nada acostumbrado a los métodos salvajes de Wax.

Lo que nos encontramos aquí podríamos definirlo como un “Pulp Fiction” actualizado, con múltiples influencias y guiños a la obra de Tarantino y a su forma de hacer cine, como un valiente aprendiz más que como un sucesor, pero llevado al mundo de la CIA post 11-S, y las decisiones que se toman tan radicalmente contra el terrorismo en los tiempos que corren. Uno de los elementos que saltan a la vista y que la diferencian de la obra de Quentin es la de tener muy pocos personajes en su haber: casi se bastan con la pareja protagonista clásica en la que se enfrentan pareceres opuestos, y la novia de uno de ellos.
El concepto originario de la película no es otro que la confluencia de dos formas distintas de ver la vida y de plantearse su trabajo, al obligar a formar equipo a un agente peculiar muy poco ortodoxo en su forma de actuar, y a otro agente que es todo lo contrario, serio, disciplinado y comprometido (tanto con su trabajo como con su chica). Pero esta convergencia de pareceres es solo la excusa argumentativa para desarrollar el género de acción. La acción trepidante y bien rodada se une a unos diálogos mordaces, frescos y chispeantes. Las sentencias del personaje de Travolta son desvergonzadas y resultonas en casi la totalidad de sus intervenciones, regalándole un personaje que es un caramelo para cualquier actor. Jonathan Ryhs Meyers, hace de contrapunto lógico y que activa el drama, más comedido y lineal en su personaje, pero necesario para dar vida a ese otro torbellino de carácter que es Charlie Wax. Sin embargo, en la forma de actuación y de pensamiento de Charlie, aunque puede verse visto bajo el prisma de la psicología del personaje, subyace un maniqueísmo extremo en el que parece que la gente para la que trabaja son los salvadores del mundo y todos los islámicos que va matando son el enemigo personificado sin excepción alguna.

La acción está bien llevada, con una trama bastante simplona pero que no tiene muchas pretensiones y que sirve como vehículo para el lucimiento de la acción en mayúsculas y del personaje de John Travolta. En algunos momentos resulta algo previsible, pero esa carencia se suple por los elementos dinámicos de la relación entre los dos personajes protagonistas y escenas de acción generalmente extralimitadas, pero efectivas igualmente. La ambientación en París sirve como un elemento espacial relevante, no en cuanto a la localización en sí o el plano situacional, sino por sus continuas referencias a la ciudad y vinculación con el relato a nivel del discurso cinematográfico. Echo de menos una aportación más activa del personaje de Travolta en el final de la película, aunque entiendo que Jonathan Rhys Meyers también tenía que tener su momento de gloria en el film, aunque sea algo más cursi. Me quedo con la frase del final, que resume metafóricamente el espíritu del personaje de Max: “He olvidado cosas de este juego que tú aún no has aprendido”. Pese a no ser una película redonda, no me importaría ver una secuela.

sábado, 22 de enero de 2011

LA SIMBOLOGÍA EN EL CINE


La experiencia cinematográfica, o mejor dicho, todos los relatos que hemos acumulado en nuestro bagaje intelectual, tanto audiovisuales (films, cortos, series) como escritos (novelas, revistas, periódicos), con sus estructuras y sus contenidos, junto al nivel cultural del que dispongamos son elementos básicos para que podamos decodificar con exactitud los aspectos de un relato.

Una película puede tener varias lecturas. Es muy frecuente que en algunas en las que su director así lo ha querido, o veces en las que ni siquiera es un acto consciente, converjan dos o hasta tres lecturas. Un espectador novato o el espectador medio llegará solamente a la primera lectura, un espectador digamos educado cinematográficamente podrá llegar a esta segunda lectura, pero sólo algunos con una determinada cultura podrán acceder a esta tercera lectura, dónde los símbolos se hacen dueños del relato y son esenciales para que podamos construir la historia que nos ha tratado de contar el director en su totalidad. Esto sucede por ejemplo en películas de distinta índole como puede ser “Pulp Fiction” de Quentin Tarantino o la patria “Caótica Ana” de Julio Médem.

Por esto, el ver una película después de un tiempo puede darnos gratas sorpresas. Nosotros hemos cambiado, nuestro conocimiento y nuestra cultura ha cambiado. Lo mismo que el revisionar mil y una vez los capítulos de “Los Simpsons” puede resultar fructuoso, ya que cada vez que lo ves, encuentras una broma que no habías captado, o una referencia a algo que se te había escapado. Lo mismo sucede con las películas. La cultura adquirida en ese lapso de tiempo y la evolución en tu educación social te puede dar una perspectiva nueva que te ayude a analizar una serie de elementos que antes no habías tenido en cuenta.

Pero mi interés radica en la consciencia que tienen los directores de este fenómeno. Ellos deben saber que cuando realizan una película con múltiples alusiones metafóricas, puede que la mayoría de espectadores no lleguen a comprender realmente la esencia de lo que se quiere contar, y que éstos se queden meramente en lo superficial, lo que sería por ejemplo la lectura de un niño a un capítulo de “Los Simpson”. ¿Hasta qué punto son conscientes los directores de este ejercicio casi en vano que realizan? Está claro que la mayoría de los cineastas hacen sus películas para el espectador, aunque siempre hay alguno que busca una expresión de su interioridad y dicen no tener que demostrar nada a nadie, entonces ¿al acudir a estos elementos a priori minoritarios no es ser como la madre cuidadosa que prepara su mejor sopa con todo su esmero para que el hijo desconsiderado la engulla en escasos segundos? ¿volvería esa madre a dedicarle tanto cuidado o se decantaría en futuras ocasiones por la facilidad del sobre precocinado?

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