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miércoles, 26 de julio de 2023

CATA DE VINOS

 

Jacques (Bernard Campan) está divorciado y dirige una pequeña bodega, al borde de la quiebra. Hortense (Isabelle Carré), decidida a no quedarse soltera e involucrada en la asociación, entra un día en su tienda y decide apuntarse a un taller de cata.

No hay nada aparentemente nuevo en la cinta de Ivan Calbérac, pero al mismo tiempo, la mirada del director es lo suficientemente delicada e incisiva para que merezca la pena verla. No hay nada de nuevo en los personajes de Jacques y Hortense, pero al mismo tiempo se intuye una manera de entender los personajes que le dan un plus de verosimilitud y encanto. No hay nada de nuevo en el papel del alivio cómico que interpreta el ayudante pícaro de Jacques, pero al mismo tiempo se intuye cierto disfrute en crear este personaje. ¿Qué hace que estos ingredientes recurrentes puedan hacer un cóctel notable? Un equilibrio sutil en cuanto a las tramas hace que prácticamente no sea vean las costuras del guion, lo que redunda en una agradable naturalidad. Los pocos personajes se cruzan, y entran y salen en la vida de los otros con la azarosa simplicidad de la vida real.

El vino, como elemento articular de la trama, juega como metáfora narrativa, ya que lo que nos encontramos aquí es una “degustación”, un recorrido por varios sentidos que solo nos llega para paladear, pero no para consumir. Aprobado en cuanto a color, olor, primera nariz y aprobado también en que no nos da pena escupirlo. Porque sí, tampoco se queda en el paladar, lo escupimos. Lo peor: La trama del hijo fallecido de Jacques está un poco forzada. A parte, hay algo en el personaje de Hortense, en su delicadeza, en su forma de ver el mundo, que hace bastante difícil creer que esté tan sola sin buscarlo, elemento necesario para que la película funcione. Todavía no he decidido si esto es algo demasiado malo, pero me chirría. Mi puntuación: 6,5 sobre 10. “Cata de vinos” se estrena este viernes 28 de julio en las salas españolas.

Crítica de Héctor Izquierdo.

lunes, 24 de octubre de 2011

TÍMIDOS ANÓNIMOS


Angélique y Jean-René, dos personas extremadamente tímidas, acuden a una terapia de grupo para gente acomplejada y con problemas de comunicación y, de repente, se enamoran a primera vista. Sin embargo, tratándose de dos seres con tantos problemas para relacionarse, pronto surgirán entre ellos ciertas dificultades.

Muy íntima y delicadamente interpretada por los dos protagonistas principales, Isabelle Carré y Benoît Poelvoorde, dando vida consecutivamente a la versión del tímido que prácticamente es incapaz de pronunciar una palabra y el otro a la versión del tímido que en su afán de intentar socializar se revela tan nervioso que todo lo que sale de su boca son incongruencias y obviedades tales que despiertan la sonrisa en el espectador. Él siempre se había parapetado en la coraza de la tosquedad y la desafección, mientras que ella, más dulce, había escudado su patología en la soledad más absoluta y la incomunicación más lastimera. Típico de algunas comedias francesas, se revela algo empalagosa en momentos puntuales, como la introducción de un pequeño interludio propio del género musical en el que la protagonista femenina canta el motivo principal de la película. Sin embargo, no llega a resultar pedante y encierra una gran verdad en boca del conserje del hotel que regentará nuestra peculiar pareja: “Es la mujer de tu vida. O tal vez no. Pero es peor quedarse solo”.

El mundo del chocolate es solamente una excusa, pero le viene muy bien al argumento porque sirve como leitmotiv vital de Angélique. Y es que es tan importante para ella, que en este amargo y degustador contexto es la primera vez que la veremos totalmente liberada de los sinsabores de su patología, donde se ve con absoluta libertad para expresar su opinión y ser ella misma sin ataduras psicosomáticas. Este aspecto supondrá una pequeña ventana para ella, que se abrirá poco a poco y de par en par cuando vaya intimando con Jean-René.

Con una planificación bastante sencilla y unos encuadres mayoritariamente intimistas, uno de los elementos más interesantes los encontramos en el punto de vista dual que adopta la narración, este es, el de Angélique y el de Jean-René. En el caso de ella, estamos hablando de un punto de vista casi siempre subjetivo, donde somos conscientes de sus incapacidades emotivas y problemas para desarrollar una vida diaria normal; en el caso de él, este punto de vista se nos presenta bajo el prisma de su relación con el psicólogo, que actúa como instigador de sus acciones reparadoras, que se manifiestan torpes y abruptas en un principio, pero lentamente efectivas y conscientemente elegidas a media que avanza la narración. Mi puntuación: un 6 sobre 10.

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