domingo, 13 de octubre de 2013

LAS MEJORES COSAS DEL MUNDO



Las mejores cosas del mundo cuenta la historia de Mano, un chico de quince años que se ve envuelto en una situación totalmente desconocida para él. Cuando un día vuelve a casa del colegio descubre que sus padres van a divorciarse. Mano sería un número más en la estadística de adolescentes que sufren con el divorcio de sus padres si no fuera por la causa por la que se separan. La angustia y la pérdida que supone esta intensa experiencia atormenta al protagonista que, ahora, junto con su hermano mayor, deben convertirse en los hombres de la casa.

Esta película es una suerte de telefilm dramedia pasado a código cinematográfico que cuenta las experiencias de un adolescente obligado a experimentar ciertas cosas por primera vez, cosas para las que tal vez no está preparado: pero es que en esas situaciones, nadie lo suele estar. La palabra que define este producto es irregularidad: porque hay momentos que aun estando basados en la cotidianidad de lo ordinario, tienen un matiz de frescura capaz de conquistar al espectador durante varias secuencias (un ejemplo claro es ciertos momentos de la trama del padre y su pareja); sin embargo, muchos otros, a decir verdad la mayoría, parecen sacados de un trivial capítulo de “Al salir de la clase”, al más puro estilo folletín. Las actuaciones del reparto salvan en cierta medida la película, sobretodo la de algunos de los protagonistas adultos, y por otro lado la empatía que produce el protagonista con el espectador, un rostro normal y corriente que no opta por buscar la prototípica belleza del séptimo arte.

Sin embargo, exceptuando la ya mencionada trama en la que se ve involucrado el padre y su nueva pareja, todo es bastante banal, y en otros momentos demasiado desfasado y fuera de tono, como si estuviéramos en un capítulo de Glee –como la lucha por el poder de varios grupos en el Instituto o el baile-. En las películas brasileñas, según mi experiencia, ocurre el proceso inverso que con algunas de las películas de Almodóvar en España: no salen demasiado favorecidas para la crítica nacional, pero son alabadas en el extranjero. Con las del país latinoamericano suele pasar lo contrario: grandes críticas en su propio país que avalan por ello su salida fuera de sus fronteras, pero que luego se revela como bastante común a ojos ajenos. Tal vez tenga que ver con que ciertas películas tratan muy bien la intelectualidad o los códigos que manejan interiormente en el país, algo que nosotros desde fuera no conseguimos ver. Una última cosa: no encuentro sentido al título. Mi puntuación. 5 sobre 10. “Las mejores cosas del mundo” se estrenó este pasado mes de septiembre en las salas españolas.

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