domingo, 5 de diciembre de 2010

SAW VII

La séptima entrega de la saga nos ofrece más de lo mismo de lo que nos habían ofrecido sus anteriores entregas. Sin embargo, echo de menos algún punto de novedad o de vuelta de tuerca en la trama, por ser, la que parece ser la última definitivamente. La única novedad parece ser la de estar rodada en 3D, ya que además es la película que menos vinculada parece estar a las demás, no parece conectar tan intensamente con las relaciones de los personajes anteriores, algo que particularmente me parecía reseñable en una saga tan longeva. La presencia de Jiggsaw, el eje central de la trama, es cada vez más difusa y en este episodio en particular es casi nula. Es el claro ejemplo de lo que sucede cuando se alarga una franquicia más de lo debido y que aunque mantiene la esencia temática no puede sostener si quiera el protagonista principal o el espíritu narrativo de anteriores entregas. Ni tan siquiera tenemos un giro de guión final tan impactante como lo habían tenido sus predecesoras. Sí nos encontramos lógicamente con toda una retahíla de juegos maquiavélicos que harán las delicias de los amantes del gore, regalándonos sangre y huesos fracturados por doquier. Sin embargo ni tan solo la fina línea moral en el comportamiento de los juegos de Jiggsaw se mantiene: cuando éste era el creador de las trampas, se caracterizaba por haber una opción para su presa en la que podía salvar su vida a cambio de realizar un sacrificio en forma de sufrimiento y carne amputada mayoritariamente. Sin embargo, desde que se ha dado un cambio de dueño del juego, en las manos ahora del inspector Hoffman, esa moralidad desaparece hasta degenerarse en un juego macabro en el que no duda en situar a su víctima en la elección de matar a una u otra persona, pero como se puede ver, en este caso, no existe la opción de que todos salgan vivos (valorando así más su vida) sino que la única elección parece consistir en quién vivirá y quién morirá. El leitmotiv para el castigo del protagonista radica en que en su trabajo, gestor de seguros, en el que decide al aceptar o negar estos créditos, quién vive y quién muere. Además, esta elección la realiza de acuerdo a un test que él mismo ha elaborado. Por lo que la selección del “sujeto de prueba” está de acorde a lo que teníamos entendido por las víctimas “Saw”. Sin embargo hay una intención moralizante unida al carácter hipócrita del policía que hace tambalear un poco ese equilibrio. En conclusión, floja clausura para una saga que sorprendió en su primera película inaugurando un tipo nuevo de cine de terror con aspectos moralizantes, que aguantó su espíritu dos entregas más, pero que poco a poco ha ido degenerando a un subproducto de lo que era.

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