lunes, 8 de noviembre de 2010

ENTERRADO

Rodrigo Cortés consigue lo imposible: realizar una película de acción y de intriga con un hombre metido en un ataúd bajo tierra, y además que no sea un film de terror más que en virajes concretos de la trama. Un guión originalísimo y extraordinariamente estructurado permite mantener al espectador interesado en el relato durante todo el metraje, a pesar de los pocos elementos que se nos dispone en él: un hombre, un ataúd, un móvil, un zippo, una linterna y poco más.

Con una labor de planificación excelente y mano firme en la dirección, el director de “Concursante” nos cuenta la historia de un transportista destinado en Iraq que ve asaltado su camión y tiempo después se encuentra encerrado en un ataúd, con la promesa por medio de una llamada de teléfono de que si no entrega 5 millones de euros antes de las nueve de la noche le dejarán morir allí mismo. El uso de la cámara y el repertorio de planos es dignamente alabable: no es nada fácil planificar noventa minutos de una escena en la que solo puedes retratar a un hombre en una caja de la que casi no se puede mover.

El protagonista absoluto de la historia es el actor Ryan Reynolds, que da vida al hombre que sufrirá todo este torrente emocional en apenas hora y media. El esfuerzo del actor es reseñable, pero mientras que en las escenas de indignación es enormemente creíble, en las escenas en las que tiene que demostrar esa ruptura y desmoronamiento emocional me cuesta más entrar en el juego. Un dato a tener en cuenta es que es el ejemplo más claro de un film que hay que ver en versión original, ya que al ser los planos tan cerrados, cualquier discordancia de la voz o los sonidos con la articulación labial queda muy patente en pantalla, distrayéndonos de la historia. Bien es cierto que la labor de doblaje es excelente, y es un placer deleitarse con la voz de José María Pou en un personaje al otro lado del teléfono, que no dejará indiferente a nadie.

La continuidad del film, ya que el espectador necesita momentos de tregua de este asfixiante artificio, se articula a través del sonido, clave en este relato ya que es lo único que podemos percibir en los momentos en los que la pantalla se queda en negro. Cuando el zippo y la linterna se apaga, la voz del protagonista sigue haciéndonos entender que está allí, y que para él la pesadilla sigue tal y como comenzó. La banda sonora, a cargo de Víctor Reyes (colaborador en su anterior película) ejerce de dinamitador emocional del espectador, y forma un fluido torrente sonoro junto a la expresión del actor que sujeta la tensión dramática.

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