domingo, 15 de mayo de 2011

LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE ANTONIO RECIO


Antonio Recio, interpretado de forma magistral por el actor catalán Jordi Sánchez, es un personaje machista, misógino, egoísta, racista, enormemente narcisista, con un complejo de inferioridad tremendo y con graves déficits emocionales. ¿Por qué nos resultan tan atractivos y llamativos este tipo de personajes tan detestables? Nos encontramos por ejemplo ante personajes del mismo corte como Mauricio Colmenero o José Luis Torrente, que son la viva encarnación del carácter más detestable e indeseable de la raza humana. ¿Por qué nos gustan estos personajes?

Por un lado hay que tener en cuenta que se nos muestra esta visión sucia y rastrera del personaje de una forma desenfadada, políticamente incorrecta, con diálogos muy potentes y trabajados (creando un personaje que nunca es plano, y que suelen crear tarde o temprano muletillas o discursos muy representativos de su carácter), y que son las frases que a todo el mundo nos gustaría decir en algún momento concreto pero que nadie es capaz de hacerlo, por las convenciones sociales y por respeto a la sociedad en la que vivimos, y que no tiene nada que ver con ser racista, misógino o despreciativo. Este es uno de los elementos que conforman el que el personaje nos resulta atractivo, pero ¿cómo se consigue que el espectador se identifique con él y que no se le odie? Que es al fin y al cabo lo que en principio parecería más lógico… Esto es gracias a que en uno u otro momentos siempre nos acaban mostrando su pequeño corazoncito, sus carencias o sus miserias, que de alguna forma justifican en cierta medida su comportamiento, y que suele tratarse de déficit de cariño, soledad, problemas familiares… es como una llamada de atención, como el niño que tira la papilla porque no tiene otra forma de expresarse ante sus demonios personales y necesidades de reconocimiento, por lo que de alguna forma lo toleramos como una coraza lícita. Además, la vida o las situaciones en las que se envuelve, suele devolverle con creces el daño que causa o la forma tan rastrera de la que actúa, siempre suele haber una especie de “justicia poética” por lo que al personaje le dan su merecido o recibe su castigo. Por eso, el espectador no se siente tan mal al empatizar con un personaje tan rastrero, maquiavélico y egoísta.

Por otro lado, influye mucho el trabajo del actor, que tiene que saber sacar ese lado de humanidad que justifica el lado canalla del que hace gala, ya sea bien Santiago Segura al dar ese patetismo a un personaje tan casposo, que vemos que es un perdedor al fin y al cabo aunque él trate de negarlo, y por ello nos apiadamos de él; o bien Marino Peña con un excelente ejercicio del Mauricio más sensible que nos muestra su soledad, grandes problemas afectivos y que realmente aunque le putee, depende de Chema, que es su único amigo; y por último tenemos a Jordi Sánchez, que ha sabido sacar a relucir todos los traumas de infancia y la frustración que siente como persona, en algunas escenas como las que ha compartido con Judith (Cristina Castaño) en la sesión de terapia o cuando se derrumbó ante la realidad de que su mujer le había estado engañando con el portero del edificio. Otro claro ejemplo es la excelente relación que han creado con el personaje de Enrique, al que manipula y hace la vida imposible, pero que al que realmente necesita para no sentirse solo y fracasado. Aunque sus formas sean fascistas, totalitarias y descalificadoras, su dolor es real ante estos factores.

Un paso más allá se dio a mi parecer con el personaje de Benjamin Linus, un malo malísimo que pese a sus fechorías, egoísmo y a su comportamiento maquiavélico y su continua diatriba, se puso en un conflicto interno muy sugestivo al espectador al  mostrar por otro lado su lado más endeble ante la muerte de su hija, mostrando su duro pasado bajo un padre que no es capaz de acordarse ni de su cumpleaños y que le culpa de la muerte de su madre, y mostrando los grandes problemas de seguridad que ha ido albergando en su estancia en la isla.

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