jueves, 26 de mayo de 2011

EL HOMBRE DE AL LADO


Una simple pared puede dividir dos mundos, dos maneras de vestir, de comer, de vivir. De un lado Leonardo (Rafael Spregelburd), fino y prestigioso, diseñador, que vive en una casa realizada por Le Corbusier. Del otro lado Víctor (Daniel Aráoz), vendedor de autos usados, vulgar, rústico y avasallador. Víctor decide hacer una ventana para tener más luz, y ahí empieza el problema: cada uno toma conciencia de la existencia del otro. La mirada del extraño corroe y pone en entredicho una vida aparentemente normal, y abre la puerta a los miedos.

Película argentina multipremiada en el año 2010 en festivales de distinta índole como pueden ser Sundance, Toulouse o catalogada como mejor película hispanoamericana en los pasados premios Goya. El tándem Mariano Cohn y Gastón Duprat dirigen con un gran guión y con elegante sencillez un drama empañado de comedia, que parte de un suceso cotidiano de la vida de dos personas que obligan a tomar conciencia del otro, contraponiendo así dos modos de ver la vida, y sobre todo, dos modos de ver a la gente de alrededor, de interactuar con el mundo. Intentando hacer un paralelismo con algún producto de nuestra ficción nacional, la encuentro a esta por ejemplo mucho más fina que la versión casposa y llena de estereotipos de “Mis adorables vecinos”, aunque no la eximo de sus aciertos (que los tenía); aquí el conflicto y el choque viene dado por los diálogos, por la mirada a través de esa ventana en la vida del otro, de una forma fina y elegante. Combina excelentemente la comedia y el drama, con planos muy largos y bastante cerrados, sin miedo a dejarlos correr si ya se nos está mostrando lo que queremos mostrar, que da un aspecto intimista, y con total economía dramática y de planificación. Nos bastan los personajes, las interpretaciones de sus actores, para dar cuenta de este choque que a veces produce hilaridad, otras veces te hace reflexionar y en otros casos en los que simplemente te dejas llevar ante esta cómoda y sencilla película rodada con un brío excelente. Otro ejemplo de esta economía es la ausencia casi total de música, que solo aparece en los momentos más dramáticos para mostrar normalmente un punto de inflexión en la psicología o en la situación emocional del personaje de Leonardo, que es sobre el que está puesto el foco de la película. Esto redunda finalmente en que el montaje es relativamente sencillo, ante esta economía de planos y ausencia de elementos extradiegéticos.

Leonardo, en ciertos momentos, es el ejemplo claro de la pedantería y el egocentrismo argentino, pero eso no quita para que su personaje esté bastante bien entonado hablando de la introspección psicológica, se le dote de ciertas aristas componentes tanto por su relación marital, filial y su relación con el trabajo, y se trabaje en su personaje ciertos diálogos bastante bien definidores de su carácter, que no es de ninguna de las maneras ningún estereotipo cerrado. Tiene mucho méritos las dos interpretaciones protagonistas, a cargo de Rafael Spregelburd y de Daniel Aráoz, ya que nunca llevan a la parodia a sus personajes y producen que una vez conocidos en los códigos en los que se mueven ambos personajes, una simple mirada del uno al otro, o una frase que no parece tener un sentido más allá de lo dicho, nos lleven a la psicología del otro, entendemos perfectamente como el otro se va a tomar esa frase o ese hecho concreto. Estos dos puntos de vista tan bien contrapuestos, son gracias tanto a las interpretaciones como a un gran guión.

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