martes, 1 de marzo de 2011

DESTINO OCULTO


David Norris (Matt Damon), un carismático congresista destinado a triunfar dentro de la política nacional, conoce a una guapa bailarina de ballet (Emily Blunt), que alterará completamente su vida. Norris descubrirá entonces que posiblemente hay fuerzas sobrenaturales que intentan mantenerlos separados, y tratará de descubrir cuáles son las causas.

Esta adaptación de la historia de Philip K.Dick, dirigida por el guionista de “El ultimátum de Bourne”, intenta abarcar demasiados géneros, entre los cuáles se encuentran la ciencia ficción, el thriller o la comedia romántica. Este compendio tan variopinto, buscado o no, provoca que nunca termine de definirse por completo y navegue por estos mares narrativos naufragando sin remedio. Cómo se ha dicho, el relato no acaba de encontrar su forma y su sentido único, y los actores protagonistas (Matt Damon y Emily Blunt), aunque con cierta química, no logran sostener el film con sus interpretaciones, ya de por sí muy difícil de sostener. A esto se le suma que los personajes importantes no tienen muchos elementos atractivos para que el espectador siga su particular odisea. Aunque los primeros diálogos de galanteo y toma de contacto entre la pareja pueden resultar medianamente ingeniosos y agudos, pronto estos perfiles se diluyen en una carrera contra lo imposible, que desde el principio, cuando se ponen todas las cartas encima de la mesa, sabemos qué no va a acabar con una explicación lógica o medianamente satisfactoria. Algo que queda patente en el desenlace, tan gratuito cómo se podía prever y que usa mano del recurso “Deux ex machina”, pero que tan pocas veces surte efecto. Respecto a “los enemigos” que incordiarán a la pareja intentando que se cumpla su profético destino en vez de ceder ante el libre albedrío, a los que podemos denominar “observadores activos” (haciendo un homenaje a la gran serie “Fringe), en vez de dar miedo o resultar inquietantes, en muchos lances del discurso resultan incluso algo cómicos, lo que acrecienta este batiburrillo de géneros y sentimientos en el que la película no es capaz de encontrar su sitio. La gran formación en el montaje de escenas de acción del director no sirve para mucho en este film, que por un lado no tiene la función primordial de crear tensión (excepto en momento muy concretos). Ni siquiera la baza de ocultar al espectador un “ser supremo” o que controla sobre todos ellos el mapa del destino han sido capaces de sacarle partido, habiendo introducido o bien un giro final algo llamativo (que no impactante, ya que suele acabar siendo inverosímil). A nivel global sí que hay un intento de profundizar con más o menos acierto en la idea del destino y el libre albedrío, pero parece claro que mientras que en el libro se trata de una forma inquietante y consistente, aquí se queda algo desangelada.

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