viernes, 29 de agosto de 2014

EL CONGRESO

Robin Wright se interpreta a sí misma en un mundo que ha dejado de dar importancia a los actores de carne y hueso para sustituirlos por réplicas de ellos mismos digitalizados. Esto permitirá que permanezcan jóvenes en la pantalla indefinidamente y los estudios podrán hacer con ellos lo que les apetezca al margen de la voluntad de la persona original que vendió su imagen.

El israelí Ari Folman adapta la novela futurista de Stanislaw Lem “Congreso de Futurología” añadiéndole todo un apartado muy próximo a la realidad actual de Hollywood que bien podría ser el futuro del medio cinematográfico. El director que ya recibiese muy buena acogida con su anterior película “Vals con Bashir” llegando a optar a la Palma de Oro y al Oscar, ahora vuelve a tomar la senda de la animación a la vez que recurre a la acción real para plasmar su particular visión de esta distópica historia. En un mundo donde el consumo y la creación de ídolos a través de los medios ha llegado a unos extremos que terminarán por llevarlo a una decadencia y un distanciamiento con la realidad terroríficos. Después de convertir a los antiguos actores en símbolos idealizados a los que todo el público debería aspirar, las viejas productoras ahora convertidas en empresas multidisciplinares se dedican a manipular la genética para crear drogas alucinógenas que permitirán a los consumidores adentrarse en un mundo a su libre elección del que nunca podrán salir. La cinta plante la idea del fin del mundo tal y como lo conocemos para pasar a ser una irrealidad compartida por todos aquellos que quisieron ser algo distinto a lo que eran en el mundo real, un nuevo orden que será el último antes del fin de la humanidad debido al hedonismo que lo inunda.

Robin Wright se enfrenta a un papel que tal vez sea el más difícil de su carrera, adoptando un tono bastante autobiográfico relativo a su trayectoria en el cine. Para la historia del film hay diferencias como que la protagonista vive en unos hangares abandonados aunque aún siga siendo actriz y tiene un hijo con una enfermedad degenerativa, cuestiones que no se corresponden con su auténtica realidad. El personaje que interpreta triunfó en el cine con poco más de veinte años protagonizando grandes éxitos como “La princesa prometida” y “Forrest Gump”, pero tras dejar de estar en la primera línea debido a su rechazo a cierta clase de proyectos ha alcanzado los cuarenta años y ya ningún estudio cuenta con ella para nada importante alegando que ha llevado su carrera al traste por no querer seguir en la brecha. Los ejecutivos solo quieren comprar una imagen y manejarla a su antojo, dejando de lado las decisiones de los actores sobre en qué tipo de película quieren intervenir. Le pérdida de los derechos sobre la propia identidad del actor, al igual que su capacidad de decisión, no parecen tener importancia en las compañías que más adelante acabarán por ofrecer una prisión psicotrópica a los consumidores para hacerles creer que han logrado ser lo que les posicionaron como deidad. Mi valoración: 7,5 sobre 10. “El Congreso” se estrena en los cines españoles hoy viernes 29 de agosto.

Crítica de Sergio Cardete.

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