viernes, 3 de agosto de 2012

LA EVOLUCIÓN DE LOS PERSONAJES DE FICCIÓN

El punto de partida de este análisis viene dado claramente por el hecho de que las series, la llamada ficción televisiva, permite al equipo creativo de la producción hacer evolucionar un personaje de la forma que por ejemplo una película no te lo permite. Y esto viene muchas veces como consecuencia de múltiples factores: por la demanda del público, por trabajo del actor que realiza propuestas que gustan entre los productores o los guionistas, y por parte de los guionistas, que ven de repente una vuelca de tuerca por el que sacar más jugo a su creación. Aquí voy a analizar brevemente tres casos claros de evolución de un personaje, cada uno con sus diferentes factores.


+ El caso de Miren Ibarguren (Soraya en “Aida”)
Ha pasado de ser la pija hija de “Aída” que vuelve a casa y a la que se la intentó implantar en un principio el rol de pez fuera del agua, a convertirse en una joven bipolar que tiene que criar a una niña pequeña demasiado joven. Antes, los chistes que escribían para la actriz eran casi en su totalidad de situación o de guion; sin embargo ahora, con la confianza que tiene la actriz, los chistes se han transformado en chistes de personaje. En chistes que vienen marcados por la personalidad de Soraya. El contraste. La sitcom pide extremos, y el personaje de Miren al principio no era tan marcado o distintivo como para encajar en el universo tan estereotipado de Esperanza Sur. Si vemos, los personajes que menos marcados están son los que menos tramas tienen: Paz (Melanie Olivares), que desde que dejó su trabajo de prostituta prácticamente se la ha relegado a los llamados “running gags” (una trama mínima que consta de apuntes breves en clave humorística); o Jonathan (David Castillo), que ya no es el macarra desenfadado que era antes porque tiene que madurar y por eso mismo ha perdido un poco su rol en la serie. El caso excepcional es el de Chema (Pepe Viyuela), que a pesar de ser en principio el más cuerdo y el menos extremo, su condición de pelele y de frontón de casi todos los personajes de la serie, le hace que tenga tramas por doquier. Esta fue la necesidad primordial por la que probablemente se decidió a renovar el personaje de Soraya, permitiendo ahora que su marcada personalidad haga que los guionistas escriban su personaje con más facilidad y la puedan posicionar más claramente en cada uno de los conflictos en tono de humor que proponen.

+ El caso de Pablo Chiapella (Amador Rivas en “La que se avecina”)
En la primeras temporadas tan solo era el brazo derecho de “Los Cuquis”, siendo el presidente de la comunidad pero prácticamente sin ninguna identidad propia ni un dibujo de personaje claramente definido. Sin embargo, supongo que con cierta lógica de los guionistas, y a través de las aportaciones del actor, se ha ido redireccionando hacia una personalidad “gañana castiza” y hacia el prototipo de perdedor que siempre sabe como superarse. El humor que radica en el fracaso estrepitoso. Pablo Chiapella ha creado un universo particular alrededor de su personaje que integran tanto una dicción determinada (solo hace falta ver la forma en la que llora su personaje, o la forma que tiene de hablar mientras llora, lo que casi con toda seguridad viene por parte del trabajo del actor), algunas expresiones que probablemente vengan de guion (del estilo de “entre la espalda y la pared” o “¿quiere salami?” ) y una particular coreografía de movimientos propios que incluyen bailes y movimientos que expresan estados de ánimo (como ese gesto que acompaña al “merengue, merengue…”). Este cambio también viene muy propiciado por el sello de “La que se avecina”, en la que sus personajes son tremendamente extremos. Y el Amador Rivas de la primera temporada no lo era. Algo parecido ha pasado con el ahora tan de moda Antonio Recio.

+ El caso de Iván Massagué (Burbuja en “El Barco”) 
Aquí tratamos con una transformación más peculiar. Ya que la evolución en el dibujo de personaje no ha sido tan marcada como la evolución en la forma de interpretar al personaje. El paso de los meses y de los capítulos ha permitido a Iván ir cogiendo el pulso a Burbuja, e ir perfeccionando tanto su dicción como sus movimientos. El realismo con el que da vida a este personaje tan entrañable y vulnerable hace referencia al tiempo que ha tenido para cogerle el pulso a su creación, haciéndole más real y aportando cosas de él mismo. También ha habido cierta evolución del personaje, pero ha sido mínima: ahora se acentúa más su inteligencia y se hace hincapié de forma sutil en hasta que grado puede ser consciente de su vida anterior. Pero es una evolución propia de la historia y de las vivencias del personaje, no tanto de escritura. También tiene su importancia el contrapunto que funciona como la otra cara de la moneda del personaje que interpreta, Roberto, que es la persona que era antes de convertirse en “Burbuja”, y que le vale al actor para tener más referencias para establecer la diferencia.

¿Se os ocurre algún caso similar que recodéis de alguna ficción española o estadounidense?

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