viernes, 25 de noviembre de 2011

LA CONSPIRACIÓN


En 1865, ocho sospechosos del asesinato del Presidente Abraham Lincoln, que se ocultaban en casa de una mujer, fueron detenidos. Sin embargo, hay alguien que cree en su inocencia e intentará desenmascarar al verdadero culpable: el hijo de la mujer.

La cinta de Robert Redford se nos revela como un sólido y eficaz drama judicial histórico, con una gran dirección de actores que hace que la interpretación de los protagonistas haga ganar muchos enteros tanto a la trama como al producto. La historia nos cuenta el suceso, altamente conocido y numerosamente recreado, de la muerte de Abraham Lincoln a manos del actor John Wilkes Booth, mientras disfrutaba con su esposa de una obra de teatro. Se le da una vuelta de tuerca para convertirlo en un drama personal con ciertas dosis de intriga, en que la madre de uno de los acusados es llevada ante un tribunal militar y, aunque se intenta aparentar lo contrario, no se le permite tener un juicio justo. Es aquí donde aparece la figura de Frederick Aiken (James McAvoy), un antiguo militar ahora convertido en abogado, que será obligado a defender a la mujer, convirtiéndose ese trabajo poco a poco en un dilema moral en el que muchos intereses y emociones están en juego. Ya no solo debe tener en cuenta su recién adquirida obligación, que entra en conflicto con su reputado deber patriótico, sino que también siente la necesidad de hacer humana a su defendida, de tener en cuenta sus deseos.

James McAvoy está espléndido durante todo el recorrido de su personaje, sin duda en uno de sus mejores papeles, y que le consolida como un actor tan versátil como prolífico. El reparto que le acompaña puede dejar boquiabierto a más de uno: desde Tom Wilkinson en la piel del oportunista y efectivo Secretario de Defensa, Kevin Kline como el jefe del Departamento de Guerra, Robin Wright en el dramático y excelentemente encarnado papel de la madre que se ve acusada de conspiración, o Evan Rachel Wood con un radical cambio físico (teñida de moreno) dando vida a la apenada y frustrada hija de esta última. La dirección es firme y sólida; la trama, que se desarrolla casi en su totalidad en la sala de juicios, va en un “in crescendo”, en la misma línea que lo hacen el personaje de McAvoy y de todos los demás, este primero luchando por la justicia, y los demás revelando sus deseos e intereses reales. Una ambientación algo tétrica, plagada de sombras, y la imagen un poco turbia (no por la definición sino por la falta de claridad), sirve como metáfora de la poca claridad y la poca verdad que hay en alguno de los personajes, del proceso, y de todas las acciones que realizan los personajes en el film, que realmente claman venganza, no justicia. Mi puntuación: 7,5 sobre 10.

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