lunes, 19 de septiembre de 2011

CON DERECHO A ROCE


Dylan (Justin Timberlake) y Jamie (Mila Kunis) son dos amigos que deciden embarcarse en una relación romántica sin dejar de ser amigos. Lo que no se pueden imaginar es que este tipo de relación híbrida no les traerá más que complicaciones.

Unas interpretaciones protagonistas resultonas se ven agrandadas por la formación de una sinergia actoral gracias a su evidente química. La retroalimentación que hay entre los dos nos hace sentir la ilusión de que actúan mejor de lo que en realidad lo hacen; sin embargo, esto es bueno tanto para la película como para el espectador. Así pues, nos encontramos con una Mila Kunis mejorando la media de sus interpretaciones, y un Justin Timberlacke al que todavía se le ven sus carencias pero que las suple en cierto grado con valentía y arrojo interpretativo. Son muy acertados el pan de secundarios más cercanos a cada par de la pareja central: el promiscuo amigo gay por parte del hombre (interpretado por el incombustible Woody Harrelson), y la hippy y desestabilizada madre (Patricia Clarkson) por parte de la mujer. Son los perfectos secundarios que cono sus apariciones hacen que la pareja central no nos empalague antes de tiempo. Se agradece la aparición, aunque sea puntual, de la emergente Emma Stone, una actriz que se gana a la cámara con su simpatía y que derrocha buena sintonía aunque esté apenas un par de minutos en pantalla.

Los puntales sobre los que se sustentan sus apuestas de cara a la taquilla son unos diálogos frescos y la ya mencionada química entre los actores, unido esto a ciertos aires que la permiten salirse un poco de los clichés de la típica comedia romántica hollywoodiense. La química entre Kunis y Timberlacke es tan potente y fresca que no quieres que cambie la relación que se da entre sus dos personajes (la de amigos independientes con “derecho a roce”). Sin embargo, está claro que sin conflicto no hay película ya que la narración no avanzaría, pero inevitablemente ese conflicto la empuja a que su recta final se vuelva más estereotipada y llena de guiños a todas las películas del género pastelero. Sin embargo, a pesar de esta concesión inevitable a la industria, merece la pena verla por su espíritu desenfadado y por haber hecho un intento de crear algo agradable de ver (más que divertido en sí mismo) sin muchas pretensiones.

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