miércoles, 6 de abril de 2011

PRIMERA TEMPORADA DE "EL BARCO"


A dos capítulos para que acabe la primera temporada de la serie que emite Antena 3 los lunes a las 10:00 de la noche, tenemos ya la suficiente información para analizar cuál son los puntales de esta serie, sus defectos, las cosas que debe mejorar o qué sería conveniente que lo hicieran, y que nos ha ofrecido y que nos puede ofrecer en un futuro.

La serie, que desde un principio se ha presentado como sucesora de “El Internado” tanto en su estilo, en su convergencia de géneros y la intención de llegar a un abanico amplio de públicos, ha ido cogiendo poco a poco un estilo propio respecto a esta serie, para lo bueno y para lo malo. Lo primero que queda más claro en estos momentos son los personajes que van evolucionando y que pueden funcionar con un mínimo de interés para el espectador: el conflicto paterno-filial y dos personajes bastante fuertes de carácter y con algunas peculiaridades destacables hacen de De la Cuadra (Luis Callejo) y de Ulises (con el añadido de ser el héroe inconfundible de la serie) dos de los personajes que se salvan de la quema. Por otro lado, y casi como único elemento estudiantil que se salva es la pareja Wilma (Marina Salas) – Piti (Javier Hernández), en un tira y afloja con algo de interés, en una relación bastante refrescante respecto a lo empalagosas que suelen ser las parejas televisivas hoy en día, que a veces queda eclipsado por una incomprensible necesidad de los guionistas de hacer de Wilma un personaje muy bipolar. Por último, mencionar al último elemento interpretativo que adquiere ciertos matices fuera de los estereotipos o simplemente del desinterés, y que es Iván Massagué interpretando de forma magistral al personaje más tierno, Burbuja, que ha sido la persona que nos ha enseñado que el formato de los flashback está por llegar y ser explotado con más intensidad. El trabajo del actor es uno de los elementos más destacables de esta serie. Por lo demás, el resto de personajes adolescentes no tienen trama propia (Ramiro, Estela o Palomares), la niña pequeña es la mera excusa para tener un narrador “inocente” y dar trama al personaje del capitán (Juanjo Arteros), también insustancial, cuyos conocimientos y comportamientos quedan vapuleados sistemáticamente por el héroe principal (Mario Casas).

Respecto a las tramas han optado por el camino fácil y que poco a poco irá agotándose. Han elegido tomar al espectador por un receptor que acepta lo que le venga sin preguntas, y al que solo le permiten pensar que todo lo que tiene que saber es que el mundo tal y cómo le conocemos ha desaparecido, por lo cual todas las reglas naturales, físicas y atmosféricas quedan en manos de algo parecido a los dioses de lo irracional. Así tienen la excusa perfecta para crear nieblas mortíferas, calor inhumano, frío sobrenatural, plagas inconmensurables… pero que en el momento en que ponen en una situación crítica a los protagonistas, en el que no se ve solución ni retorno posible, usan mano de la ancestral técnica “Deux ex machina”, es decir, una intervención divina que salva a los protagonistas sin una explicación medianamente racional. No se les puede negar, que alguno de los capítulos se hace entretenido, y el que cada capítulo sea un poco diferente al anterior puede ser un elemento positivo, pero no a costa de tomar por tonto al espectador. Por si no fuera poco, se nos ha preparado rápidamente y desde un comienzo un cuadrángulo amoroso con muy poco sentido, cómo si fueran conscientes de que las tramas de otro calibre no dan mucho de sí y tarde o temprano van a liar a todos con todos. En cuanto estas tramas que llamaremos ciencio-científicas se agoten tendrán que echar mano del pasado de alguno de los personajes que esté íntimamente relacionado o con otro de los personajes o del experimento que causó el “accidente”, y en esto, Julia, Gamboa (que obviamente no está muerto), Ainhoa y Burbuja son los personajes que más tienen que decir.

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