Cinco amigos de la infancia se reúnen después de veinte años
porque uno de ellos está empeñado en volver a probar suerte en un maratón
alcohólico que nunca llegaron a completar. Gary King (Simon Pegg), un cuarentón
que todavía no ha conseguido superar la adolescencia, convence a sus cuatro
reacios amigos y los arrastra a su pueblo natal en un desesperado intento por
llegar al famoso pub “The World’s End”. Pero mientras intentan reconciliar el
presente con el pasado, empiezan a darse cuenta de que la auténtica lucha debe
librarse por el futuro, y no solo el suyo, sino el de toda la humanidad.
No hay duda que en cuanto a contenidos ficcionales se está
poniendo de moda lo viejo. Lo viejo contra lo joven en todo caso, en este caso.
La eterna lucha de generaciones. Hace escasos días lo podíamos ver en “Plan en
las Vegas” con Freeman, Douglas, De Niro y compañía. Ahora lo vemos en esta
apuesta de Edgar Wright, que de alguna forma cierra su trilogía sobre la
estupidez y a la vez esencia humana comenzada con “Zombies party”. Tenemos una interpretación
en esta cinta muy característica del dúo Edgar Wright y Simon Pegg sobre lo que
significa la comedia, los nuevos modelos de comedia, y estos están
representados por el fracaso, por el fracaso de casi todos los ámbitos en los
que se mueve en el ser humano: en este aspecto, la película es una especie de
panfleto anti-humanista y a la vez pro-humanista, pero que sólo se desarrolla
con cierta enjundia en una última media hora pletórica.
He de decir que al principio se hace repetitivo y cuesta
engancharse, los juegos de montaje no son suficientemente atractivos como para
atraparte. Sin embargo, poco a poco el director se toma la molestia de dibujar
bien los personajes para que al menos, en los momentos en los que la historia
tiene algo digna que contar, nos hace que nos importe la trama. En cuanto al
apartado reparto encontramos a un Simon Pegg que hace su papel protagónico
estereotipado hasta el infinito, pero que funciona más o menos bien; por otro
lado, y sorprendentemente, no me gustó la interpretación de Martin Freeman, que
repite los gestos cómicos que ya se tiene soberanamente aprendidos una y otra
vez, a veces sin motivación concreta. Como último apunte, las coreografías, que
aunque suene raro, vemos en el film, están perfectamente diseñadas y actúan de
jeringuilla adrenalítica para algunas partes algo lentas. “Bienvenidos al
mundo” se estrenó ayer viernes 29 de noviembre en las salas de toda España. Mi
puntuación: 6,5 sobre 10.
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