Jacques (Bernard Campan) está
divorciado y dirige una pequeña bodega, al borde de la quiebra. Hortense
(Isabelle Carré), decidida a no quedarse soltera e involucrada en la
asociación, entra un día en su tienda y decide apuntarse a un taller de cata.
No hay nada aparentemente
nuevo en la cinta de Ivan Calbérac, pero al mismo tiempo, la mirada del
director es lo suficientemente delicada e incisiva para que merezca la pena verla.
No hay nada de nuevo en los personajes de Jacques y Hortense, pero al mismo
tiempo se intuye una manera de entender los personajes que le dan un plus de
verosimilitud y encanto. No hay nada de nuevo en el papel del alivio cómico que
interpreta el ayudante pícaro de Jacques, pero al mismo tiempo se intuye cierto
disfrute en crear este personaje. ¿Qué hace que estos ingredientes recurrentes
puedan hacer un cóctel notable? Un equilibrio sutil en cuanto a las tramas hace
que prácticamente no sea vean las costuras del guion, lo que redunda en una agradable
naturalidad. Los pocos personajes se cruzan, y entran y salen en la vida de los
otros con la azarosa simplicidad de la vida real.
El vino, como elemento articular de la trama, juega como metáfora narrativa, ya que lo que nos encontramos aquí es una “degustación”, un recorrido por varios sentidos que solo nos llega para paladear, pero no para consumir. Aprobado en cuanto a color, olor, primera nariz y aprobado también en que no nos da pena escupirlo. Porque sí, tampoco se queda en el paladar, lo escupimos. Lo peor: La trama del hijo fallecido de Jacques está un poco forzada. A parte, hay algo en el personaje de Hortense, en su delicadeza, en su forma de ver el mundo, que hace bastante difícil creer que esté tan sola sin buscarlo, elemento necesario para que la película funcione. Todavía no he decidido si esto es algo demasiado malo, pero me chirría. Mi puntuación: 6,5 sobre 10. “Cata de vinos” se estrena este viernes 28 de julio en las salas españolas.
Crítica de Héctor Izquierdo.
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