Robin Wright se interpreta a sí misma en un mundo que ha dejado de
dar importancia a los actores de carne y hueso para sustituirlos por
réplicas de ellos mismos digitalizados. Esto permitirá que permanezcan
jóvenes en la pantalla indefinidamente y los estudios podrán hacer con
ellos lo que les apetezca al margen de la voluntad de la persona
original que vendió su imagen.
El israelí Ari Folman adapta la
novela futurista de Stanislaw Lem “Congreso de Futurología” añadiéndole
todo un apartado muy próximo a la realidad actual de Hollywood que bien
podría ser el futuro del medio cinematográfico. El director que ya
recibiese muy buena acogida con su anterior película “Vals con Bashir”
llegando a optar a la Palma de Oro y al Oscar, ahora vuelve a tomar la
senda de la animación a la vez que recurre a la acción real para plasmar
su particular visión de esta distópica historia. En un mundo donde el
consumo y la creación de ídolos a través de los medios ha llegado a unos
extremos que terminarán por llevarlo a una decadencia y un
distanciamiento con la realidad terroríficos. Después de convertir a los
antiguos actores en símbolos idealizados a los que todo el público
debería aspirar, las viejas productoras ahora convertidas en empresas
multidisciplinares se dedican a manipular la genética para crear drogas
alucinógenas que permitirán a los consumidores adentrarse en un mundo a
su libre elección del que nunca podrán salir. La cinta plante la idea
del fin del mundo tal y como lo conocemos para pasar a ser una
irrealidad compartida por todos aquellos que quisieron ser algo distinto
a lo que eran en el mundo real, un nuevo orden que será el último antes
del fin de la humanidad debido al hedonismo que lo inunda.
Robin
Wright se enfrenta a un papel que tal vez sea el más difícil de su
carrera, adoptando un tono bastante autobiográfico relativo a su
trayectoria en el cine. Para la historia del film hay diferencias como
que la protagonista vive en unos hangares abandonados aunque aún siga
siendo actriz y tiene un hijo con una enfermedad degenerativa,
cuestiones que no se corresponden con su auténtica realidad. El
personaje que interpreta triunfó en el cine con poco más de veinte años
protagonizando grandes éxitos como “La princesa prometida” y “Forrest
Gump”, pero tras dejar de estar en la primera línea debido a su rechazo a
cierta clase de proyectos ha alcanzado los cuarenta años y ya ningún
estudio cuenta con ella para nada importante alegando que ha llevado su
carrera al traste por no querer seguir en la brecha. Los ejecutivos solo
quieren comprar una imagen y manejarla a su antojo, dejando de lado las
decisiones de los actores sobre en qué tipo de película quieren
intervenir. Le pérdida de los derechos sobre la propia identidad del
actor, al igual que su capacidad de decisión, no parecen tener
importancia en las compañías que más adelante acabarán por ofrecer una
prisión psicotrópica a los consumidores para hacerles creer que han
logrado ser lo que les posicionaron como deidad. Mi valoración: 7,5
sobre 10. “El Congreso” se estrena en los cines españoles hoy viernes 29 de agosto.
Crítica de Sergio Cardete.
viernes, 29 de agosto de 2014
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