Película biográfica con toques de comedia sobre el cineasta y artista Guillaume Gallienne. Se centra sobre todo en la estrecha relación que tenía con su madre. Un recorrido por las emociones, los recuerdos y la familia.
Es esta, ya
desde el título, una obra bizarra, a momentos incluso maravillosa y a momentos
demasiado extraña, con un humor muy de gusto francés pero con unas
connotaciones complementarias que provienen del metalenguaje, de cómo el propio
Guillaume Gallienne desdibuja los límites entre ficción y realidad, entre la representación y la abstracción, entre el representador y lo representado,
entre lo femenino y lo masculino. Lo que queda claro de esta obra y de su
espíritu es una profunda apreciación del mundo femenino por parte del director
y actor, dándose vida a él mismo en su infancia y también interpretando el
rol de su madre. El particular complejo de Edipo que se nos propone y la
búsqueda de la identidad de un adolescente en la Francia de hace una década y media, además de un curioso y lúdico viaje de iniciación por "tierras españolas", constituyen
por tanto el eje central del relato.
Alejándome
ya de esta apuesta narrativa/formativa, si nos centramos en cuanto a la trama como
tal, no tiene demasiada fuerza y aunque el conflicto de identidad, tan potente
filosóficamente –y el más difícil de tratar si escuchamos al filósofo David Hume- a veces
se diluye en el relato dejándonos solamente algunos momentos de comicidad
blanca provenientes de las expectativas y el resultado obtenido por el
protagonista. Por ello, “Guillame y los chicos, ¡a la mesa!”, para mi gusto,
engrosa la nutrida lista de películas con un formato narrativo potente y una
gran apuesta de reivindicación del formato que se queda a medias tintas para contar algo realmente interesante y
entretenido, no solamente crear una forma interesante de narrar y de apostar
por el cine como innovación. Mi puntuación: 6 sobre 10. “Guillaume y los chicos, ¡a la mesa!”
se estrena hoy 28 de marzo en las salas españolas.
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