Desde hace un tiempo tengo la sensación de que las
corrientes que demandas los espectadores tanto de cine como de televisión se
mueven entre dos puntos: que cuando predomina uno alabamos mucho el que se
arriesga a situarse en el otro, y cuando ya nos hemos afianzado en ese otro (que
nos empieza a cansar) vemos como un gran acierto el visionario que se atreve a
irrumpir en el otro extremo. Me refiero a la eterna lucha entre espectacularidad
y verosimilitud.
Con espectacularidad (no sé si el término es el correcto) me
refiero al conjunto de hechos que se sale de lo común o de lo ordinario y que
hacen que la serie genere un interés ya sea o bien en su trama o en alguno de sus
personajes. Con verosimilitud hablo de ciertas marcas que hacen que lo que
estamos viendo no se aleje demasiado de una realidad que conocemos como cierta
o como probable, que el espectador no sienta que lo que ve no es creíble y por
ende sea incapaz de empatizar con las situaciones recreadas. El ejemplo en
forma de serie exitosa del primer caso podría ser tal vez “Lost”, a pesar del
excelente trabajo en la construcción de muchos de sus personajes, que es lo que
hacía que muchos de sus fans todavía siguieran fascinados por ella incluso
cuando mostraban evidencias claras de descontrol de la narración –quinta y
sexta temporada-. En un grado más exagerado tenemos a “Prison Break”, “24” o “True
Blood”. En estos casos, “aceptamos” esta falta de realismo simplemente por la
espectacularidad y la intensidad de lo que cuentan. En el otro extremo
encontramos últimamente intentos de ser más pulcros en la recreación de
ambientes, como pueden ser ficciones de estos últimos años como “Breaking Bad”
o “Dexter”, que aunque con situaciones potentes, intentan ser lo más apegados a
la realidad posibles.
En el cine ocurre lo mismo y cada vez más. El ejemplo más claro
que he podido encontrar lo veo en la figura de Batman. El extremo primero estaría en la versión pintoresca de Tim
Burton y el segundo en la psicológica de Christopher Nolan. Ha sido enormemente
alabado este acercamiento del director de “Origen” a la figura del hombre
murciélago desde una perspectiva más introspectiva y en la que se bucea mucho
más en las dudas y los conflictos de la persona. Parecía que nos estábamos
alejando de esa visión tan idílica, tan construida cinematográficamente, tan
manufacturada guionísticamente, para dar una visión más real y más humana de
las cosas. Entonces Nolan vuelve a probar su aparente fórmula mágica con el
personaje de Superman. En términos
generales, las críticas son negativas. ¿Por qué? ¿Ya no funciona ese código?
¿Ya no nos interesa el reflejarnos como seres humanos, con los conflictos
reales? ¿Ahora queremos de nuevo que nos ofrezcan cosas que no vemos en la vida
real, que nos hagan olvidarnos de nuestras vidas? Parece este el eterno debate.
En estos dos casos concretos, tal vez la clave estribe en que hay géneros
cinematográficos con unas estructuras estipuladas que son así por algo. En Batman,
sí encajaba esta visión introspectiva, ya que Bruce Wayne no deja de ser una
persona sin ningún poder que toma la decisión de ser un héroe; Clark Kent, sin
embargo, es un héroe mitológico, no encaja en unos cánones tan dramáticos sino
que deben ser épicos.
A nivel de series, en
España, tendríamos los extremos situados en “Águila Roja” (la espectacularidad
y poca credibilidad de un ninja que combate el mal en pleno siglo XVII) y en “Familia”
(la visión sobre una familia atípica, que en la España actual va siendo la
norma, con un cuidado extremo por la verosimilitud y realismo de personajes y
situaciones, pero que va acompañado de unas tramas tan manidas que provocaba
que la producción no llame la atención). Como casi siempre, en el término medio
está la virtud. En esto, parece ser un acierto la serie “Breaking Bad”,
partiendo de un high concept apabullante como lo puede ser un profesor de
química que ante un cáncer comienza a fabricar metanfetamina para así dejar una
buena herencia su familia, se apuesta por una visión realista, cercana,
dialogada, de construcción de personajes donde tan importante es lo que se dice,
lo que no se dice, e incluso el color de la ropa de los personajes. ¿Vosotros con
qué os quedáis? ¿Espectacularidad o verosimilitud?
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