¿Cómo venderías la película a los espectadores?
¿Por qué vender una película? (Me mira) ¡Vayan ustedes a verla!
¡Esta es una película que yo vendo! ¡Porque trabajo en ella! (Risas) Es que me
has hecho una pregunta que… (Piensa) Yo creo que los valores de la película son
que primero es una reflexión sobre el amor, luego sobre el odio y luego sobre la
memoria. Creo que es una página fundamental de nuestra historia. ¿Tú has visto
la película, no? ¿A ti que es lo que más te interesaría que yo destacase?
Me ha llamado mucho la atención cómo el personaje de
Berkano, a través de las cosas que le suceden en la película, vincula el dolor
a lo masculino y el placer a lo femenino. ¿Qué resaltarías en este aspecto?
Al final lo que hay que tener en cuenta es que Berkano es un
ser humano. Y creo que la importancia de la película está en que cuando ves a
Berkano nunca olvidas como aquel niño se convierte en lo que es en ese momento.
Y esto viene también dado porque los chavales que cuentan la historia están
geniales, con esa mirada constante en la pantalla. Hay una cosa muy interesante
en el trabajo del actor que da vida al personaje, y es que no da una mirada
fiera, aunque el personaje sea fiero, sino que es una mirada fría, como parada
en el tiempo. Esa parte en la que los niños dejan de ser niños. Y todo eso a
través del dolor, y de la sorpresa de darse cuenta de que son capaces de algo
que a ellos les parece normal, y que es el mal. Berkano tiene es aquella mirada
del niño que está parado y se queda ahí.
¿Qué te aporta este personaje como actor?
Yo tengo una cosa clara. Casi siempre me dan en las películas
a personajes de este tipo. Y no me sorprende cuando veo estos personajes porque
la bestialidad, el asesino, el violador, el ángel, el demonio… yo los tengo
dentro. Bueno, mejor dicho todos los tenemos dentro, eso está más claro que el
agua. Lo que pasa es que yo nunca he ido a un psiquiatra porque yo ya me los
exorcizo yo mismo. Eso es lo que me aporta.
¿Cuál es el factor que más te influyó a la hora de elegir
este guion?
Pues sin duda que los últimos treinta minutos de la película
son espectaculares. Para mí son de auténtica antología del cine. Y yo quería
formar parte de ello.
Este proyecto que estás presentando se titula
“Insensibles”. ¿A qué se ha hecho insensible Juan Diego con el paso de los
años?
Yo creo que a nada. Cada vez me siento más sensible.
¿Insensible? No. Yo creo que soy más sensible que antes, porque tengo más edad.
Hombre… me he hecho insensible a las estupideces, a las actitudes… (Cambia de
repente) ¡No! Al revés. ¿Cómo te vas a volver insensible en un mundo injusto,
que es una mierda, y que está gobernada por esta panda? Imposible ser
insensible a nada. Es acojonante. Al revés, estoy muy cabreado. No, no me he
hecho insensible a nada. ¡Es imposible ser insensibles tíos! ¡No! (Niega con un
rugido)
¿Cómo ves ahora mismo la profesión de actor?
Pues la profesión de actor está igual que cualquier otra
profesión. Por los suelos. Sabiendo además que formas parte de un colectivo que
es importante industrialmente, que somos el 4% del PIB de la economía del país.
Entonces, a parte de eso, resulta que está por los suelos, con gente ganando la
mitad de lo que ganaba, o sin trabajo… como están los demás colectivos.
¿Qué es lo que consideras que te queda por hacer como
actor?
Pues mira, yo creo que el poder ir al pase de una película en
la que haya colaborado, y no sentarme en una esquina apartado en la oscuridad,
comiéndome las uñas y pensando “cómo sabía que esto iba a quedar mal”,
juzgándola continuamente sin ser capaz de verla como quisiera. Me gustaría
poder sentarme y disfrutarla como un niño.
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