La cadena estadounidense CW ha decidido dar por finalizado
el recorrido de la serie “Cult” con solamente siete episodios en su haber. Las
bajas audiencias, incluso para la cadena de que se trata, han hecho decidirse
rápido a los productores de la cadena y no les ha temblado el pulso a la hora
de poner punto y final a la ficción. A este respecto, ni siquiera podemos
hablar de final ya que en principio no tienen idea de emitir los cinco
capítulos grabados que restan para la finalización de la primera temporada.
Entre los factores que han hecho de esta serie un producto
fallido encontramos que sobretodo y como primer elemento les ha jugado muy en
contra unas interpretaciones protagonistas bastante limitadas, concretamente en
el caso de Jeff (Matthew Davis) y Skye (Jessica Lucas), que no atesoraban
ninguna química juntos pero tampoco han sido capaces de dar algo más de sí mismos
para sufragar lo poco que les ofrecían los personajes. Ni siquiera Robert
Knepper, del que me considero fan declarado desde su aparición en la adictiva “Prison
Break”, consigue sustentar el interés en esta serie de la CW. Otro de los
elementos que ha acabado por dinamitar la capacidad de la serie para atraer
audiencia era el añadido de tener una serie dentro de una serie, que al
principio podía parecer sugestivo, pero que se reveló como un verdadero timo
(no hay otra palabra para describirlo) a medida que veíamos que las secuencias
integradas en cada capítulo eran totalmente fortuitas, y que solo les servían
para hacer un pretendido paralelismo entre lo que les ocurría en la vida real y
la trama de la ficción, pero a todas luces una herramienta totalmente “Deux ex
machina” que no tenía una coherencia concreta, sino que era gratuito en el
sentido más crudo de la palabra.
También quiero hablar de la utilización de Nate (James
Pizzinato) cual conejo blanco como pretexto para dar el pistoletazo de salida
de la trama de intriga, al que se le podría haber dado más intensidad si
hubiera hecho acto de presencia después en vez de permanecer oculto, algo así
como lo que hacían con Danny en “Revolution”. El no haber conocido todavía nada
sobre Steven Rae, productor de la serie sobre el que parecer pivotar gran parte
del misterio, también ha mostrado el error que supone no haber puesto antes las
cartas sobre la mesa. Si bien es cierto que con la emisión del capítulo séptimo
parecía atisbarse un elemento de posible mejora cuando habíamos descubierto que
tal vez toda esa red de “verdaderos creyentes” no parecen solo un gran complejo
de perturbados que creían encontrar mensajes entre las líneas y los elementos
de la serie de ficción, sino que había algo más detrás, una vinculación con el
pasado que se estaba concretado en algo real, en el pasado de algunas personas
que se vieron obligados a vivir en una secta cuando solo eran unos críos. No
quiero decir que eso la fuera a hacer mejorar, pero era un pequeño resquicio de
aire fresco en una serie que por fallos plantados ya en guion estaba totalmente
sentenciada. Cosa que ha acabado por suceder.
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