domingo, 10 de junio de 2012

INMADUROS


Giorgio, Lorenzo, Piero, Luisa, Virgilio, Francesca: ¿qué tienen en común estos treintañeros? Fácil, hace veinte años eran compañeros de colegio. Pero sobre todo eran amigos, eran un grupo. Ahora volverán a serlo, al menos por unos días: el ministerio ha anulado su examen de "maturità" (el equivalente a la selectividad en España) y lo deben repetir.

Esta película se cuece muy a fuego lento, por lo que la historia como tal tarda bastante en arrancar. Gran parte de la película trata de mostrarnos la vida por separado de cada uno de los componentes. Incluso cuando están juntos, el director se toma descansos para retomarlos en su vida personal. Por ello, la conjunción y el conflicto viene irremediablemente de sus problemas personales, no de los que se suscitan cuando coinciden por el examen que tienen que repetir. Sería lo contrario a las películas de terror dónde se toman diez minutos para presentar a seis personajes, y en el minuto 16 ya les tenemos a todos reunidos en la cabaña que el psicópata de turno convertirá en un infierno. Aquí sucede completamente lo contrario. Uno de los aspectos más curiosos es que a mi entender no hay comedia como tal, sino más bien nostalgia. No hay situaciones provocádamente cómicas ni personalidades llevadas al extremo, lo que se agradece en pos de la frescura y de la verosimilitud, pero le resta capacidad cómica ya que el diálogo no es tan inteligente para despertar la sonrisa del espectador cada cierto tiempo. El único elemento digamos propiamente cómico son los padres de  Lorenzo (Ricky Memphis), el personaje que todavía vive en el hogar de sus progenitores. Estos actúan como desengrasante cómico al poner en boca de su padre toda la cruda realidad de alguien que todavía no ha sabido independizarse a los casi cuarenta años.

Uno de sus puntos fuertes es que no utiliza estereotipos (personajes que son de todos conocidos pero que se presenta como planos) sino arquetipos, es decir, personajes reconocibles pero con peculiaridades que les hacen únicos, o al menos, originales. Por ello, tenemos al chulito de clase que se acostó con la novia de su mejor amigo (Paolo Kessisoglu), al retraído que vive todavía con sus padres y nunca se atrevió a decirle a su mejor amiga que la quería, la adicta al sexo que está siguiendo una terapia al mismo tiempo que intenta no enamorarse de su pinche, o al que rehúye al compromiso como si fuera la peste (Luca Bizarri). Todo esto, con peculiaridades puestas a lo largo del relato, que hace que este fresco de personajes cobre vida y tenga una naturalidad que se plasma bien en pantalla. Mención especial tiene la música, muy bien escogida. Además, se produce un efecto extraño, ya que se abusa mucho del videoclip musical pero funciona en todas las ocasiones que se utiliza. Eso habla mucho del elemento nostálgico del film, ya que parte de algo totalmente universal y reconocible: todo el mundo adulto ha pasado por un Instituto, ha tenido un grupo de amigos, y ahora tiene otra vida que deriva en una u otra dirección de sus sueños y proyecciones de infancia. Mi puntuación: 6 sobre 10.

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