La historia que se desarrolla durante los ocho capítulos de que se compone la serie emitida en Canal + se centra en la figura de un constructor sin escrúpulos de los 90, Rubén Bertomeu, que se dedica a hacer negocio en el litoral español, consiguiendo amasar una gran fortuna con negocios agrícolas. La muerte de su hermano le llevará a crear todo un entramado empresarial y urbanístico, y pasará a convertirse en el hombre más poderoso del pueblo de Misent, una ciudad imaginaria del Mediterráneo español.
La cabecera de la serie, sencilla y potente visualmente, es un anticipo de lo que nos encontraremos en esta serie. Un producto muy trabajado, bien planificado y con una estética visual más que correcta. No hay grandes historias, ni grandes giros de guión, pero se trabajan muy elegantemente los pequeños detalles, y en particular todos y cada uno de los diálogos, muy frescos y excelentemente cuidados, así como la planificación de las escenas y su fotografía. Dan ganas de quedarse con los nombres de los guionistas de la serie para ver que son capaces de hacer en un futuro; si bien esta serie se basa en la novela de Rafael Chirbes, está claro que también tienen un gran mérito en dotar de una humanidad tremenda casi la totalidad de los personajes y de deleitarnos con algunos diálogos dignos de las mejores películas tanto del género criminal como del drama. La narración nos da más bien una visión familiar y humana en torno a la figura del constructor implicado (Pepe Sancho), no dando tanta importancia a la faceta política y de investigación de la trama de corrupción, como cabría esperar, sin embargo, está claro que esta faceta también está muy presente ya que todo confluye tarde o temprano. Se trata de evitar con un estilo muy sobrio los grandes sentimentalismos y el amarillismo propio de estos casos. Mencionar también el uso de flashbacks en cada uno de los capítulos, excepto en el último: pequeñas piezas que nos ayudan a conformar la historia y la psicología, pero que no tienen tampoco una conexión extrema, sino que son pinceladas para conformar este mundo de relaciones y de la trama que se nos ha propuesto.
El complejo de personajes que se nos presenta está muy bien dibujado, y se dota a cada uno de ellos de muchas aristas. Hay un claro y valioso esfuerzo por alejarse de los estereotipos y de los personajes planos. Sobre todo en el caso del protagonista, Ramón Bertomeu (un José Sancho increíble y que se adueña de la serie), cuando lo fácil hubiera sido hacerle parecer el malo sin contemplaciones, se le intenta humanizar a través tanto de los diálogos como con las relaciones muy bien construidas con los demás personajes, en concreto su relación con su novia treinta años más joven que él (Juana Acosta), la típica relación que se cree por conveniencia y que se suele tratar de forma muy sencilla y despreocupada, cuando aquí se interna en las complejidades sentimentales que se entremezclan con las de los negocios. Otro interesante personaje podemos situar en el abogado de Bertomeu (Pau Durá), al que se le mezclan las lealtades profesionales, de amistad y jurídicas; creando así un personaje con más aristas del que se podía prever en un principio. El marido del personaje de Alicia Borrachero (Chisco Amado) también ha sufrido un intenso proceso de creación psicológica: lo fácil hubiera sido presentarle como un marido objeto, que se siente traicionado y cansado, pero un buen trabajo de guión y la interpretación del actor hace de este otro personaje una sorpresa grata de las muchas que nos da la serie. Por otro lado, el personaje más estereotipado sea probablemente el de Aura Garrido. Aunque la actriz me encanta y su trabajo en esta serie vuelve a ser excepcional (sobre todo en los dos últimos capítulos), probablemente es el personaje más prescindible, así como el de Alfonso Bassavé, que eso sí, funciona como el detonante del conflicto entre el personaje de Alicia Borrachero y su marido. El único reproche al reparto lo pongo en la figura del alcalde amigo de Bertomeu, a nivel físico es una buena elección, pero da una sensación de pánfilo que no se corresponde con su personaje. En resumen, un excelente ejemplo de que se pueden hacer bien las cosas en la ficción española. Que sigan haciendo producciones así.
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