Alcanzáis ni más ni menos que los
100 programas en emisión. ¿Hay algún tema que os quede aún por
abordar?
Yo francamente me asombro porque los
temas los eligen Javier Coronas con Dani, el guionista de las preguntas, que trabajan juntos, y yo le digo
“¿pero qué temas hay?” (Risas). Ellos están como locos,
receptivos a nuevas ideas, a mí ya no se me ocurre nada… hoy por
ejemplo grabamos también el programa 101 y ya es el tema del enfado, que ya
está pillado por los pelos; el deseo todavía tiene más, pero el
enfado… Creo que ya probablemente hemos tratado todos
los temas, pero bueno, hay que seguir teóricamente, otros cien
programas más. Es ir ya a concretizar o ir a cosas muy elementales,
muy estrechas, es la única manera ya. El equipo de guionistas es
muy creativo, así que siempre busca algo.
¿Ayuda en esto que sea un programa
cortito, de apenas veinticinco minutos?
Claro, eso es. Aquí suele preparar
Dani cuatro preguntas, y nosotros hacemos tres de esas cuatro
preguntas porque tenemos mucha facilidad para enrollarnos (Risas).
¿Cómo es tu proceso de
documentación antes de cada programa?
A mí, como al resto de colaboradores,
nos dicen el tema y la primera pregunta. Yo no me documento nada, lo
que hago es que como la convención que hay en el programa es que yo
empiezo hablando siempre, yo sé la primera pregunta y tengo una
idea sobre la que voy a hablar, entonces, sobre
esa idea improviso. Y se hace así porque como empiezo yo hablando,
que en fin, tengo más tablas -aunque más tablas en la tele es una
especie de paradoja-, tengo cierta facilidad para desarrollar una
pregunta, de forma que de ahí pueda dar bastantes ideas, para si a
alguien que va detrás de mí no se le ocurre nada poder tirar de las
cosas que yo he dicho, si quiere. Siempre es algo muy abierto, no
tengo un guion, yo además tengo la facilidad de que cuando hablo lo veo
en imágenes, cuando estoy contando algo… a veces me ha pasado, que me
lo dijo Javier Coronas además, que hay muchas veces que se ve que me
estoy riendo antes de decirlo, antes de verbalizarlo he visto la
imagen y me río.
¿Te has encontrado con algún
invitado que te haya sorprendido muy radicalmente sobre la imagen que
tenías adquirida de él?
Hay gente que me ha sorprendido mucho.
Los cómicos no, porque más o menos sabes su trayectoria, pueden
estar mejor o peor ese día, pero sabes lo que hay. Pero me
sorprendió mucho “El drogas”, el ex cantante de “Barricada”,
que tiene una imagen de destroyer, pero para nada: una persona
encantadora, simpática, estuvo divertidísimo, de eso de que te
esperas una persona como distante y cortante, pero que va, una
persona voluntariosa y y simpático.
¿Puede ser que alguna vez no se le
indique claramente a alguno de los invitados el tono humorístico del
programa y os juegue en contra?
Ahí está el peligro. Nosotros o el invitado cómico tenemos recursos cómicos, pero claro, la persona que viene del mundo de la comunicación o de la cultura, el problema estriba en que si te quieres poner divertido y no lo estás la has cagado. Entonces, cuando gente así viene le decimos que no trate de ser gracioso, si no que simplemente esté divertido, que cuente cosas que pueden ser anécdotas graciosas, pero que intente estar divertido, que nosotros vamos a estar con él y le vamos a apoyar. Es que da miedo, yo entiendo que una persona que no se dedica a esto: a tener disputas, estas conversaciones, entrevistas, tertulias… le tiene que imponer un poco; porque como el registro es un poco cómico… Hay gente que vienen cagados, gente que están muy responsabilizados, y nosotros les decimos “no os preocupéis, que en este programa es de los pocos que hay una especie como de relación de apoyo mutuo, de que tu éxito es mi éxito, que si tú estás divertido yo te voy a apoyar”.
¿El tener el escudo de la comedia
puede ser también un baluarte para hacer aflorar verdades que en
otros casos serían imposibles?
Sí, claro. Ya no se lleva, pero yo
tengo formación freudiana,y Freud decía una cosa muy chula, él
decía que no existía el lenguaje en broma ni las ideas en plan yo
digo esto pero es una broma. No, no, si lo dices es que hay algo ahí
que tú quieres decirlo, tu subconsciente está hablando. Yo creo que
efectivamente hay cosas muy duras que por eso se pueden decir, yo por
ejemplo soy muy fan de Pepe Colubi, y Pepe dice cosas que son tan
heavys que ciegan la hierba. Es maravilloso (Risas).
¿Creéis que si este programa
estuviera en una cadena pública os hubieran llamado ya la atención
por irreverentes?
Sí, en una cadena pública o privada,
o de estilo comercial, imposible hacer cosas que hacemos aquí. Hay
cosas que se dicen, ya no solo por el lenguaje barriobajero que
utilizamos a veces, sino por los conceptos y las cosas que hablamos, que
estoy seguro que no podríamos decirlas en esos sitios. Se intentaría
academizar más, darle otro tono que no fuera tan suburbial, sería
imposible.
¿Recuerdas alguna reflexión en tono
de humor de los invitados que realmente te hiciera reflexionar de
verdad a posteriori?
Ahora mismo no me acuerdo, lo que sí
que puedo decir es que cuando habla Pepe estoy muy atento, porque siempre cae algo, porque dentro de su barbaridad brutal
que tiene en los conceptos es un poeta, tiene una
sensibilidad espectacular. Y de la gente que viene, pues “El
drogas” mismo dijo una cosa muy divertida, al hablar de la mentira
decía: “¿A mí qué me vas a hablar de la mentira? Si yo he
vivido toda la vida en la mentira. Soy guitarrista líder de una
banda de rock, ni sé tocar la guitarra ni sé cantar y estoy aquí.
¿La mentira? La mentira soy yo”. Eso me encantó, me gustó mucho.
¿En qué momentos de la vida
conviene ser ilustre y en qué momentos ignorante?
Ser ignorante no es bueno, pero
parecerlo a veces a veces te da rédito porque entonces la gente se
puede abrir más fácilmente a ti, y ser ilustre a mí no me gusta:
la actitud de la gente que es de una manera y cuando le
llega la fama o el éxito ya cambia, no me gusta. Prefiero ser
ignorante que ilustre.
No fue nada premeditado sino que
tiene que ver mucho con nuestro rol en la vida. Fíjate que cuando
hicimos varios pilotos, uno de los pilotos lo presentaba Pepe y
Javier era invitado, e hicimos varias pruebas más. Y al final,
después de ver varios pues efectivamente es que ves que funciona
mejor así, dentro de que los primeros programas eran infumables,
pero digamos que ya se vio que teníamos perfiles diferentes: que
Javier Coronas es una persona que es fabuloso, que te quedas
asombrado como es capaz de matizar algo y es divertidísimo; Colubi
tiene un poco un perfil gore en que cada cosa que dice alguien se
escandaliza; y yo tengo un humor más clásico, con una formación
tal vez más académica.
¿Os habéis llegado a plantear
introducir alguna novedad?
Javier Coronas
lo que hace es que alguna vez mete alguna pequeña variación, pero
son sutilezas. Antes por ejemplo ponía un video y preguntaba que de
qué iba el programa, o ahora en los programas ha introducido test,
que antes no había test… Es el mismo formato con pequeñas
sutilezas, pero si algo funciona, para qué lo vas a cambiar. Y yo no
me canso, lo veo y me gusta, son cinco personas hablando, y pasa en un suspiro. Si
fuera un programa muy largo de hora y media, el espectador igual
diría “ya vale, ya atufa eso un poquito”(Risas).
La última, ¿cómo definirías el
programa con un eslogan?
“Ilustres e ignorantes” es un
programa que conserva el viejo hábito de charlar de temas muy
variados con un punto de vista desenfadado, y esto es impagable, yo
me siento muy honrado.
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