lunes, 20 de febrero de 2012
INTOCABLE
Entre dos personas que no tienen nada en común surge inexplicablemente una gran amistad: uno es un millonario que, tras un accidente, se ha quedado tetrapléjico, y el otro es un inmigrante recién salido de la cárcel al que el millonario contrata para que lo cuide.
“Intocable” es una deliciosa comedia francesa que está basada en la historia real de dos hombres por los que nadie en su sano juicio daría un duro en que fructificara una relación de amistad. El choque de contrapuntos siempre produce comedia, y aquí los contrapuntos son muy evidentes y quedan patentes en el momento que se nos presenta a los dos personajes. Esta es una historia muy económica: basada en dos personajes, en dos actores, y con ciertos elementos secundarios que apoyan pero que no son indispensables. El humor viene de una forma potente pero a la vez sutil, muy al estilo francés. El choque de personalidad es universal, y cualquier espectador verá arrancada una sonrisa cuando vea la forma de tratar de Driss a Philippe. Sin embargo, hay una parte de la comedia que viene muy dada por esa forma elegante y algo elitista de hacer reír de nuestros vecinos: todo muy sutil, con comentarios ingeniosos y que muchas veces están basados en referencias y en figuras muy patrias, por lo que es difícil de exportar y puede que el espectador internacional se sienta un poco descolocado.
El punto de partida en cuanto a la relación viene dado por el comportamiento de Driss (el pandillero reconvertido en asistente social) respecto a Philippe (el multimillonario). La normalidad, la irreverencia con la que le trata, olvidando incluso en algún momento su minusvalía crea un vínculo curioso. Tiene muy poca delicadeza al tratarle, pero la poca delicadeza con la que trata al resto del mundo, por lo que al igualarle al resto de la gente, le está respetando más que nadie como ser humano. Lo que puede parecer poco respeto, se traduce en el mayor de los respetos. El normalizar su estado aunque sea a través del vacile, de la inconsciencia, y de la empatía más irreverente logra que Philippe se sienta más humano que nunca. Deja de ser un “intocable” para ser una persona más, que se siente vivo aunque sigue siendo consciente de sus limitaciones. El carisma de Omar Sy interpretando a Driss es uno de los puntos fuertes de la comedia. Su desenfadada interpretación y su forma desatada de llevar la interpretación a un nivel físico y gestual hace que empaticemos en seguida con él. Luego se sumará poco a poco la historia dramática familiar que tiene detrás para acabar de redondear el personaje. La economía gestual de François Cluzet (Philippe) también es el detonante perfecto que hace que cualquier gesto del otro protagonista de la cinta sea magnificado por el espectador, logrando la carcajada y la conexión con la extraña pareja. Sin duda, una forma agradable de pasar noventa minutos de nuestro tiempo.
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