martes, 12 de abril de 2011

NO MIRES ATRÁS


Una pequeña e idílica ciudad italiana en la región de los Dolomitas (Alpes Orientales) queda conmocionada por la violenta muerte de una adolescente en un paraje montañoso. De la capital viene el inspector Sandio para encargarse de un caso, en el que tanto la víctima como el crimen aparecen rodeados de misterios.

Esta historia criminal se me antoja demasiada literaria como para llevarla al cine con un interés dramático importante. La trama es pausada, relajada, propicia para la descripción cinematográfica de los verdes, los lagos, los cielos y las montañas en el que se nos encuadra la narración. Sin embargo, esto, que por un lado supone un acierto en la traducción del texto literario al texto cinematográfico (ya que el libro te permite más espacio para la descripción, para la pausa y la reflexión), es a la vez su principal hándicap para enganchar al espectador. La investigación se desarrolla lenta, los diálogos introspeccionan en los demonios de los protagonistas y se hacen algunos profundos pero otros algo tangenciales. Algún crítico ha definido esta historia como “Twin Peaks” a la italiana, y no sin razón, aunque para mi gusto le falta intensidad dramática, una marcha de más que hay que dar al pasar una historia criminal del libro a la película, ya que los códigos de uno y otro medio no son los mismos. Lo que degustas en uno en otro te puede parecer parsimonia y falta de pulso narrativo, la descripción y el paisaje está bien pero yo echo de menos algo más.

El relato es propenso para disfrutar para los parajes, para la atmósfera nublada y húmeda de la Italia profunda, y contentarse con ver los devenires del comisario, que va deshilachando la tela de araña muy poco a poco, pero para mí me parece que salvo este elemento lo demás se podía haber condensado en la trama de un capítulo de una serie procedimental. No me parece que la historia tenga la suficiente potencialidad como para constituir un relato cinematográfico interesante, este es un peso con el que la directora (Andrea Molaioli) ya carga desde que decide dar vida a la historia, pero no sale mal parada ya que consigue dar como se ha dicho una estética particular y un clima lleno de misterio y una belleza extrañamente sencilla. Una última cosa que me ha llamado la atención es la composición del detective principal del film, un hombre algo arisco y no muy dado a los sentimentalismos, al estilo del típico “hungry man” del cine negro, rayano al estereotipo que tan bien dio vida Humpfrey Bogart. En su investigación, también se mostrará su complicada, y truncada por una enfermedad mental por parte de su pareja, vida familiar, que dibujará muy bien a un personaje interesante cuanto menos.

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