
Tal vez el único error de esta película está en intentar trascender demasiado con un personaje protagonista al que le empiezan a sobrevenir los fantasmas sobre la vida que está llevando, un cargo que ha heredado de su padre y que la zona dónde se ha criado parece haberle empujado a desarrollar. Sin embargo, este protagonista está bien dibujado emocionalmente, no es alguien que reniegue realmente de su vida, pero que sabe que debe pagar por ello, que se da cuenta de que tampoco ha buscado otra opción en la vida y que tal vez esta exista. El film retrata excelentemente la situación psicológica que vive el protagonista, forzado a guardar unos códigos estrictos entre los que se mueven estos ladrones que se han criado en el mismo barrio. La ciudad actúa aquí como otro protagonista más de la película, ya sea bien como emplazamiento de la acción que se está desarrollando, pero también en la construcción de la personalidad de los protagonistas y en la forma de envolver la atmósfera del film. Uno de los grandes aciertos es la utilización de forma excelente del sonido en buena parte de la narración, que evita usar la crudeza y sangrienta realidad de la violencia para hacérnoslo sugerir de forma elegante y dando cierto dinamismo.
Ben Affleck se defiende en el papel protagonista, acompañado antagónicamente en cuanto a personalidad tenemos a un gran Jeremy Renner, tajante y sin miramientos. La chica del film está interpretada por la emergente Rebeca Hall, pero no llega a ser nunca parte activa del relato como puede parecer en los primeros compases, sino que solo actúa como fuerza motora del personaje de Ben Affleck. Respecto a los dos policías tenemos a un correcto y serio trabajo por parte de Jon Hamm como oficial al mando y un difuso Titus Welliver (Antijacob en “Lost”) que es meramente presencial. A destacar la pequeña aparición del gran Chris Cooper en el papel de encarcelado padre del protagonista.
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